Solté la cuerda en el vaivén de tu ojos,
los nudos de mis pupilas
sintieron ascender hasta la cima de algo especial.
Caí perpendicularmente en tu mirada
y al primer golpe de vista quede extasiado
por tu perfil de belleza:
Humilde afrodita jugando en la tangente de los deseos.
Volver a verte y enterrar en tu pecho
el perfume de una sábado de madrugada.
El contorno de tus labios recorridos a la sombra
de alguna habitación cubierta, espontaneamente, de placer...
Mirandonos, el mundo caía a nuestros pies
y el círculo de la vida giraba envolviendonos,
esclavizando nuestros cuerpos desde el alma,
hasta la carne misma...
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