Cruzar la avenida y mirar al suelo, se convierte en una ceremonia, catastrófica en cuanto al contenido, diabólicamente atrayente y subjetiva de pensamiento.
No pienso, llego a la abstracción total, me sumerjo en la nada absoluta y dejo que mis pies resuelvan el camino a casa. Absorbiendo imágenes callejeras como un fotograma carente de contenido y gracia.
Los auriculares estallan en mis oídos y la luz dibuja sombras en mi andar.
A veces, siento un fantasma, creo pasar al lado y éste no se da cuenta, y otras veces, me pide del fuego que no tengo.
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