El silencio, la soledad, los deseos…
cosas tan nuestras.
Objetos inmutables, inmunes, subjetivos, eternos
sin poder de decisión…
Almas en pena,
amarradas a las cadenas de nuestro destino…
y las puertas se cierran…
y todo queda adentro.
Seguro.
Resguardado.
Mirando (por la cerradura) el tiempo pasar…
y en lo alto de la cornisa
en la esquina de lo inevitable…
Los besos y las caricias que dejamos pasar…
Que me pasen la aplanadora por encima,
que fusilen mi cabeza y mis verdades,
por que así no tengo vida, por que así no vale la pena
con tantos silencios,
con tanta soledad,
deseándote,
como un alma perdida…
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