Desaté el nudo de la garganta,
y tragué ,
mirar las baldozas de regreso a casa,
silbar una canción que acompañara para terminar y redondear el momento.
Reía lleno de vida,
carcajeaba mi corazón junto a su sonrisa,
poner el pecho como un ser inmortal era en verdad gratificante.
Alguna vez apoyé la espalda en la pared y me cayó encima,
escondí mi mejor carta para más adelante
y aposté todas mis fichas sin miedo a perder y sin oportunidad de una revancha.
Aclaré todas las dudas y terminé sin entender su partida,
ver como se vá, con mis labios entre los dientes,
tratar de borrar el sabor del adiós resulta imposible.
A pesar de todo sé que estará ciega mi alma y mudo mi interior,
para la primera persona que quiera destruir la celda de mi soledad
o me recuerde que el amor eterno no existe...
y que mucho menos no quiero alcanzar
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