Nos sentamos a conversar, hace un tiempo que no lo hacemos. Mate de por medio, con el agua caliente, como le gusta a ella. Y dulce como me gusta a mí.
Mientras preparo la yerba. La miro a los ojos tratando de averiguar cual será su intención. Entre los primeros sorbos comienzo la conversación. Tiembla su mano, un poco blancas, de huesos cansados y piel entumecida.
Estuvo callada hasta entonces y no quise saber por que. El momento se torna verde y el líquido quemaba. Con preguntas insulsas y cuestionamientos frívolos nos pasamos la tarde sin tomar decisiones, ni evitar el momento.
El jugo verduzco calienta el momento y al desapego de sus palabras, un tinte de esperanza completa el crucigrama. Miles de intrigas y justificaciones. Por mi parte absorbo los lapsos de mi vida y de vez en cuando escupo alguna estúpida evocación. Ella ,sin decir mucho, explica las cosas simples de la vida como nacer, como morir.
El líquido se acaba y las horas pasan un poco más rápido de lo normal. La noche se adueña de nuestros cuerpos. Ya preparado, relajado, casi permisivo.
Estaba claro, algo oscuro se trae entre manos, y en el vaivén las señales iluminan el camino. Exhala las últimas palabras entre los sorbos finales y me dejo llevar, sin antecedentes, con el termo bajo el brazo.
Entiendo entonces por que, no se va, porque se acabó el azúcar y por que el agua queda congelada.
1 comentario:
He leído esta y otras entradas
y son muy buenas (Y)
sigue así (:
seguiré leyendote.
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