lunes, 1 de septiembre de 2008

De amores…

Fue terrible el mismo día que la conocí, la perdí. La imprudencia mía de quererla conquistar así de golpe, la desoriento mal. La pobre quedó echa puré. Y bueno hay tantas formas de seducción, algunas son tan violentas otras sutiles, pasionales, e indiferentes. En este caso fue instantánea o inmediata. En cuanto puse la mirada en ella el deseo de tenerme fue tan salvaje que no le importaba morir por mí y así fue. El transporte de pasajeros circulaba a 120 km por hora y ella… bueno ella estaba en las nubes no resistió mis encantos y ante una señal mía se arrojo a mi brazos lentamente tanto que el colectivo no tubo problemas de pasarle por arriba. Lo feo de todo es que no pude despedirme, nuestro amor fue fugaz, con la velocidad que tiene un gargajo de vicuña hembra. Cuando aún recogía sus pedazos de la avenida recordaba lo mucho que nos quisimos, nuestros ojos eyacularon tanta pasión que al levantarla sentía el calor entre sus piernas, que por cierto no encontré.
El amor es tan peligroso, uno nunca sabe de quién se esta enamorando y aunque ella no parecía anormal, se notaba que sufría de algún tipo de locura. Entregarse a los brazos de un extraño era exactamente eso extraño. Me animo a decir que hasta peligrosa.
Que fuerte estaba aunque su fuerza no le valió de nada para enfrentar tremenda carrocería. Tuve miedo, por momentos sentía que otros la deseaban, sin ir mas lejos el colectivero quedó conmocionado al verla así tan de cerca. Cuando bajó repetía una y otra vez “que desperdicio, que desperdicio”. Seguro quería pisarla, pero no así. Me arrepiento de no haberle dicho cuanto la quería, como en las novelas llenas de situaciones eróticas y posiciones difíciles. Nuestra relación era difícil, nuestros padres no sabían de nuestro idilio, y al ver sus ojos celestes por el asfalto imaginé que mis suegros no me querrían por que soy mas bien morocho o “oscurecido” como decía mi mama y bueno ellos blancos teta, no pega ni con moco. Y eso era lo que mas nos unía, las diferencias. Ella esbelta, de pechos firmes, aun después de muerta los tirantes del corpiño estaba por reventar. En cambio yo medio deforme o “hecho con pocas ganas” como decía mi nono.
Lo importante fue nuestro amor demostramos al mundo entero que no hace falta vivir una vida para que sea un gran amor. Nosotros humildes y fogosos nos fundimos en miradas perfectas llenas de calor humano. Y ella siempre fue así con todos, en mis momentos de celos pensé estaba mirando al tipo de atrás, pero al verlo bien no, era feo: ojos verdes agua, cuerpo trabajado de gimnasio, y vestido como modelo. Evidentemente ella veía en mí otras cualidades, o para ser más preciso y real, estaba enamorada. Pero tubo tanta suerte, por que no a cualquiera enamoro así de esta manera y después conservo el amor, me pasa siempre y como solo veo otros intereses me abro y dejo que se vayan por el mundo a ver si encuentran un amor como el mío.
En cambio con ella sentí algo distinto, no podía imaginar las mañanas sin tener su espalda desnuda a mi lado. No tan ensangrentada como cuando la subimos a la camilla pero así, tan mía y enamorada.
No aguante perderla, no quise enterrarla. La posta quería enterrarla, pero no a ella, sino en ella. Todo esto me dejo tan convulsionado que no supe que pensar. ¿Por qué me dejó? ¿Por qué se fue? ¿Podré olvidarla?
Fue terrible, y más terrible es saber que estoy enamorado de una mujer muerta. Por lo menos, de recuerdo tengo la bombacha celeste, la huelo todas las noches…

14 de Julio del 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un verdadero gusto poder disfrutar de la variedad textos, por supuesto acompañado de un buen cafe.
Mis mejores deseos.